Dos personas se entienden, decía ella, con el ceño aquejado de un súbito rencor, cuando dan y reciben la cantidad precisa. De secretos, de miedos, de dólares, de pesos, de mentiras, de golpes, qué más da. El caso es que se entiendan.
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¿Desde cuándo los sentimientos meramente irracionales precisan de razones para joderle a uno la existencia?
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¿Desde cuándo los sentimientos meramente irracionales precisan de razones para joderle a uno la existencia?
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Diablo Guardián.
pp. 445
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